Entre los viajes a través de la lectura que emprendí durante las vacaciones, estuvo mi visita a la obra de Vila Matas. De forma desordenada y faltando a esa ensoñación llamada cronología me acerqué a tres títulos del autor en el siguiente orden: Bartleby y compañía (2000), Una casa para siempre (1988), Suicidios ejemplares (1991) y Exploradores del abismo (2007). Con el paso del tiempo y sumido en la lectura pude entrever con mucho agrado la relación que el autor guarda con la ciencia ficción.
Amé a Bo es uno de los relatos que forma parte del libro Exploradores del abismo. Historia de ciencia ficción en donde un astronauta perdido en la infinidad del espacio continúa un viaje en la soledad. Ha perdido, según dice, su juventud en una nave, la BAW775. Es un errante que luego de varios años de viaje ha perdido su objetivo. Se ha desviado del mismo: Nueva York.
El siguiente es un brevísimo extracto del mismo, que quiero compartir a manera de invitación a que pronto se acerquen a Amé a Bo y desde luego a la obra del propio Vila Matas, me parece que también, un cabezadehojalata.
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AMÉ A BO
Enrique Vila Matas
Salimos hacia Nueva York, un día radiante de primavera, hace diecisiete años. Partimos contentos y confiados a bordo de la flamante nave BAW775 y ni se nos ocurrió pensar que nunca llegaríamos a nuestro destino. Dentro de unos días cumpliré cuarenta años y si de momento hay algo irreversible en toda esta historia es que he perdido mi juventud aquí en la nave. Dormir, despertar, comer, defecar, cenar, dormir, despertar. Una vida miserable.
-Oye, no te duermas -le digo a Bo-. Necesito hablar contigo.
No se mueve. Silencio. Bo no puede reaccionar de otra forma. Lleva dos años enfadada. Sin embargo, algo es verdad. Me iría bien hablar con ella y, además, que me perdonara. Se enfadó conmigo para siempre en el momento menos oportuno. Su doloroso silencio me acompaña, como un largo funeral, desde hace dos años a lo largo de este inacabable viaje espacial a Nueva York.
No sé si podré escribir lo que ha sucedido aquí en la BAW775, pero lo cierto es que soy el único que puede hacerlo. Todos los demás han muerto. La última en sucumbir fue Bo, hace dos años. Ahora ella es una cápsula que viaja a mi lado, mi único fetiche. Los demás, incluido el reputado capitán y héroe Fyeka, fueron ya por mí en su momento reducidos a polvo, disponen de cápsula mortuoria propia, y para no tener que verlos o recordarlos constantemente los he depositado en el Almacén Interior.
No sólo no hemos llegado todavía a Nueva York, sino que las esperanzas de hacerlo son completamente nulas, porque hace ya años que pasamos de largo de nuestro destino y no ha habido forma de girar en el espacio, simplemente de dar la vuelta oportuna. Si no fuera porque lo sucedido es sumamente trágico (para mí sobre todo, porque a los demás ya que puede importarles), me echaría ahora a reír, aunque tuviera que hacerlo con la inevitable desesperación sideral y eléctrica que tanto podría perjudicar mis pulmones.
Lo malo de todo esto es que ha seguido funcionando a la perfección el servicio de automanutención, dirigido desde el sector Buzatti de Marte&Xiacow por cerebros innovadores y sin duda muy competentes. Habría sido de desear que los demás técnicos hubieran estado a la altura de estos peritos alimenticios y hubieran sido capaces, por ejemplo (tampoco era mucho pedir), de enderezar el rumbo de la nave, y ya no digamos de salvar las vidas de oficiales y pasajeros. Pero la escandalosa ineptitud del sector ingeniero de los marxiacowianos de la vanidosa última generación ha terminado por resultar funesta para nosotros, los tripulantes y viajeros de la BAW775…
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Nota: como clave hermenéutica, el mismo Vila Matas señala en su sitio
www.enriquevilamatas.com que, el relato
Porque ella no lo pidió, parte del libro
Exploradores del abismo, sintetiza su trabajo actual (para todos aquellos que le preguntan a menudo, de qué se tratan sus libros).
Más sobre Exploradores del abismo, en el sitio de Vila Matas: